jueves, 20 de diciembre de 2007

Fabricio, déjate de gilipolleces de niña regañada

Hay una niña regañada en el patio de la escuela. Ha visto las barbas mefistofélicas del Ministro de Cultura. Como el pollito que anunció "el cielo se está cayendo" ha anunciado un apoteósico diluvio. Nadie la puede serenar y su campanilla de cabra cerrera ha empezado a sonar por todos lados. Pero esta niña es culta, habla en latín aunque no puede escribir en español. En el patio, las otras niñas le han ofrecido dulces, paletitas de coco para consolarla, pero la niña está triste, no quiere comer "Dale Vermicura y ya vas a ver, que con Vermicura pronto estará bien". Con un hilito de su tela de araña se ha entretenido y ha visto el arcoiris de la fama. ¡Oh, niña preciosa de faldita blanca! ¿Por qué lloras? ¿Es acaso tu novio el culo peludo que yace resentido como un bufo posmoderno? Mefistófeles no muerde, ya lo viste. En la calle los chupaleteros no han escuchado tu llanto poético, marchan hacia tu pequeña utopía narcisista y no podrán venir a consolarte. Pero no tengas miedo que aún la ventana de tu casa está cerrada y no entrará la yegua ni el fauno de la noche. Ahora en los cafetines y en la casa de cristal del aguacero de palabras, los niños contemplarán con burla tu inocente parodia. En la plaza del pequeño pueblo un niño ha salido con los brazos abiertos a recibir la lluvia. Sólo tú, niñita, no podrás mojar tu falda, aunque talvez tus nalgas ya estén mojadas.