domingo, 24 de agosto de 2008

Última Declaración de los Poetas del Grado Cero

Alex Giovani Galo (Pintor hondureño)




Tuvimos una conversación sencilla para verificar lo que estaba sucediendo en la literatura. Pretendíamos empezar desde el principio, los sentimientos encontrados, los interrogatorios. Igual que a los Real Viceralistas o los Infrarealistas, o el Movimiento Hora Zero, o los antipoetas; nos dirigimos al descubrimiento de que no había nada nuevo bajo el sol. No había necesidad de ningún movimiento literario, no había culpables del desastre. No obstante era difícil acercarse a la mesa de los aperitivos sin percibir el hedor: carnes tumefactas, higos podridos, narices al horno, ensalada de orejas y lechuga negra. Y especialmente el chef anunciaba con petulancia el plato fuerte con una risa extraviada. Echado, con sus enormes cachetes rebanados en un plato con inscripciones chinas, Pablo Neruda dormitaba resoplando sus ronquidos. Más allá, a su lado, pero con una mirada enferma, Vallejo eructaba una cola de gato. A Octavio Paz, ya viejo y desarreglado, una vieja pintarrajeada lo perseguía con una escoba, tratando de encerrarlo en el inodoro.

Del otro lado de la ventana, los cipotes observaban los brindis trepados en piedras y en unas latas viejas. El festín era interminable como una de esas pesadillas en las que claramente el anfitrión atiende otros asuntos, una llamada por teléfono o unas cuentas en su pequeña caja fuerte situada detrás de un extraño Guayasamín. Todo parece movido por el ritmo zumbón de la Sonora Matancera. Lo hemos visto todo. Quisiéramos despertar y encontrarnos con la escena de nuestra propia vida, o apagar la tele desde donde se empieza a derramar un aserrín empapado en un vaho de licor que, indudablemente, proviene de esa cantina donde conversamos, rodeados de botellas de cerveza y putas europeas arrítmicas que mueven el culo de una manera tan ridícula y culpable, carentes de sensualidad, buscando quien las coja.