domingo, 21 de marzo de 2010

Una causa perdida y un cadáver existencial


Por Jorge Martínez Mejía


A medio andar voy tumultuoso

A Giovanni Rodríguez


Una matriz emocional con la imagen de un puente, el intento de ir o regresar a la orilla, una sensación de orfandad, un desvanecimiento agotado que no concluye en el último respiro prolongado por la espera, porque todo es deriva, promesa rota y desmantelada por la sombra. ¿Qué nombre tiene lo que no ha sido nombrado? Busco ese nombre en la clausura de una puerta, en el afecto, y abro mi casa con desgano, con un poco de rabia y me asaltan ciertos códigos establecidos, imágenes y metáforas relacionadas con una evanescencia. A la deriva, mi voz se esfuerza por mostrarme un asidero en la vida, en la sombra, en la luz, en la muerte, en el silencio; puesto que abro la casa y me encuentro con el típico juego de una vereda particular en mi propia percepción. No puedo establecer prioridades, es decir, una prioridad estricta. La palabra insiste en mostrarme un limbo, una presencia como la sensación de ese trance en que se confunden las márgenes. Soy yo el que ha zozobrado, es mi palabra la que muere, insana, hecha un desastre... Mi facultad egoísta, mi genio para caer como Luzbel en las edades, mi genio para morir con la época…y ya no podré volver, lo juro, ya no podré volver porque me he desprendido de la inocencia, del mito que me sostenía, terrible, con mi enfado, con mi nada, con el sueño en el que rompo, en perfecta gracia, para no caer en otro sueño. Me he abolido. Este es mi día y mi esfuerzo es mayor para mantener el sentido, ya percibo el frenético ruido del mar y voy solo a media muchedumbre, a medio andar voy tumultuoso, desierto, caído en desperdicio…


No tiene sentido hablar culeradas



Era el tiempo de las palabras felices viajando hacia el lago maldito de la mentira. Las niñas caían bellas, fluidas y graciosas desde los encajes azules. Sentadas en la yerba, antes del salto, balanceaban sus deditos rozando las barbas de Dios; un dios bello, alto, blanco y de aspecto saludable…
El día antes de morir por la noche, mi hermano rompió un sol equivocadamente y la cucaracha negra salió del bote de la avena. Demasiadas damas y perras bestiales se reunieron en la parte de afuera de la casa. ¡Oh, mierda!, dijo Mr. Laky, recién venido de Ámsterdam, a pasar sus tristes vacaciones. Desde arriba, entre los cajones de cartón guardados para el viaje, se desprendieron los ratones grises armando el escándalo.
Más tarde, pasada la tempestad, Mister Laky sorbía su café negro con dos cucharaditas de azúcar.
-La poesía es una fruta dulce, dijo.
-Es una puta mentirosa, le dije, no es más que esta pocilga llena de ratas. Tómese el café, mister Laky. No tiene sentido hablar culeradas.