sábado, 15 de enero de 2011

Una pequeña degustación de la riquísima poesía hondureña actual


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En la imagen superior de esta entrada, una bella mujer desnuda y esposada avanza con desenfado a pesar de continuar sujeta. Ninguna imagen podría ilustrar mejor la situación actual de la poesía hondureña. Ya entrado el siglo XXI, sin abandonar definitivamente las preocupaciones sociales, nuestra nueva poesía muestra un carácter más reflexivo sobre el oficio poético, sin lograr romper de manera decidida con los cánones que constituyen la herencia de las generaciones anteriores. Sin embargo, la joven poesía hondureña marcha jovial y sin recato, para mostrarnos un nacimiento similar al de la Patria que construimos en estos últimos tiempos. Es realmente agradable mostrarles nuestra mejor riqueza en esta pequeña colección de poemas.


(Selección de Jorge Martínez Mejía y Karen Valladares)


Gustavo Campos
San Pedro Sula, Cortés, 1984.


Me dijeron

a mí me dijeron que podía hacerlo
que sería grande
que escribiría verdaderos versos
versos de calidad innegable
versos arrancados del ser humano
y que saldría volando
que podía hacerlo
y me iniciaron
alcé vuelo y tropecé en las ramas
el sol me devolvió de una vida ensoñada
me usaron
se rieron
y decidí convertirme en un pequeñodios cobrasalarios
y me dijeron que podía hacerlo
que sería un gran obrero
pero que debía esforzarme
que olvidara a Baudelaire y lo que pensaba Bataille
que todo lo que se piensa es en balde
y no es nada
sólo sueños
hacé las de Rimbaud
y tampoco pude enraizar mis pies al ras del suelo
y decidí escribir y abandonar las frases ornadas
y el espejo de esas frases
me aburrieron los versos familiares
y esa tendencia tonta de integrarse a un canon
y pensé
a la poesía ya no le hace falta reinventarla
sus máscaras han sido agotadas
y abandoné los grandes edificios
y las sombras y pensé en Girondo
unos ingenuos vieron la poesía como puta
e hicieron chillar las frases
el poeta debe abandonarse
inventar su historia
dejar las brumas, gallos, ríos y laderas descansando
para el tratado de flora y fauna
no hacerse el mártir
ni hacerse el erudito geólogo y teólogo
no hablar de mares ni de cosas diversas
no hablar de flores y aquello que se le parezca
dejar de torcerle el cuello al cisne al cuervo al gallo
y a la amada dejarla plena por fin sexuada
nada de versos románticos ni de llantos y alboradas
la poesía si es así es accesoria, innecesaria
es nada cuando sólo está hecha de palabras
es nada cuando sólo es un tratado de gramática
es nada incluso cuando te la dan deshilachada
el desencanto es también tendencia herrumbrada
hablar de patrias y de amor a la patria
no hay que fingir tampoco ser el Papa
la poesía sólo sacia por segundos
de un libro de poemas sólo se recuerda un verso o una palabra
incurro en todos los defectos de esta fábrica mal remunerada
pero ya no importa
no tengo chamba
y celebro mi hambre
que vivan mis pequeñas alas de gigante
no le debo nada a nadie



 Marco Antonio Madrid
San Nicolás, Santa Bárbara, 1968.



El otro río

Otras aguas corrían bajo las aguas, otro era el río.
Anagnórisis, Tomás Segovia


La gavilla de halcones y la serenidad de su vuelo
bajo un cielo imborrable.
Los ríos que bajan de las altas montañas  y el sol
que extrae su oro
de ese nicho de rocas donde hermanan sus aguas.

Hay un árbol donde una gota del viento se dispersa
Y luego se repite sin memoria.
Hay una yedra que viene del fondo, como un tejo gris,
como un dolor como una escama de siglos empotrada
en el oscuro dorso del agua;
entre la tarde y las zarzas, una res muerta y devorada
por las aves; un cansado canto de cigarras esperando
la imposible tormenta; las casas de adobe/y paja como cactus
sobre la duna sangrante de los días;
                                               /un pescador y su cordel
Y su plomada; la mantis o mamboretá y ese insecto
                                                                       /que dura
tan solo una tarde y luego muere entre las hojas
                                                                       /de un guamo.

Tarde del verano donde tierra abajo
                                               /sólo queda un surtidor;
un delirio de siemprevivas/unas hojas de berro
                                                                       /en la única
y casi imperceptible corriente.
Un largo brazo de luz recorriendo los páramos.

Río de luz y de las sombras donde un hombre
/desciende
no para mojar dos veces
su talón en la corriente
sino para abrevar su vida,
sino para abrevar su muerte.
¿Dónde está la herida por donde sangran el pedernal
y la obsidiana,
la secreta voz de la doliente tierra,
el venero de las cambiantes aguas?
Río del fuego y la penumbra
río de la penumbra y del fuego transparente
                                   /de la llama donde el amor escampa
                                     a la linfa dolorosa de un recuerdo.
¿Qué lenguas descifran los arcanos de tu soledad?
¿Qué signos explican los signos de tu transcurrir,
de tu nacer,
de tu morir?
El sol y el oro de su tarde; día de verano
donde una gavilla de halcones bate su vuelo
bajo un cielo imborrable.
Día del verano cuando las horas, como volutas
de fuego,  se hunden en el aire apacible de marzo.



Samuel Trigueros
Tegucigalpa, D.C. 1967.


 Oh, fortuna, Emperatriz del mundo


A los mártires de la Resistencia

Sí, sin duda somos los más dichosos-los afortunados.
Reinaldo Arenas


Nosotros todavía usamos gafas en los días soleados
para soportar el resplandor de la vida
Nosotros todavía
maldecimos bajito en nuestro pequeño auto de tercera o cuarta
durante el congestionamiento de las siete de la mañana
o entre dientes en el micro (por aquello
de no ofender los amanecidos restos rancios
del dios que todavía cargamos en el alma)
Nosotros todavía buscamos un trabajo
entre los escombros del día o de la noche
para llevar la maravilla del pan a nuestros hijos
Nosotros aún somos capaces de correr–sentir la sangre a borbotones, sudar como caballos solares,
jadear como una reluciente máquina, sentir el rojo corazón -cuando nos siguen los soldados
y luego, en el refugio, reír, asegurar que ya
nos hacía falta un poco
de lacrimógena vencida del Perú
Nosotros todavía buscamos los paraguas cuando
la tetona de CNN anuncia la vaguada

Nosotros todavía soñamos elevar cometas
en el aire de octubre cuando todo haya pasado

Nosotros todavía
planificamos llevar nuestra bandera, el bote con vinagre,
pañoleta, gorra con estrella y ardientes consignas en el pecho
el día de la marcha
Nosotros aún
leemos, escribimos, hacemos la pancarta,
conspiramos,
queremos ver la era del poder en nuestras manos

Nosotros –se los digo, hermanos,
hermanas, compañeros-somos los afortunados

Los demás se han ido sin dejarnos,
duermen(desorganizados,
desmovilizados
por la muerte y su peso reprimidos)
bajo siete cuartas
en la eternidad del polvo y las estrellas
deseando
silenciosamente deseando
estar a nuestro lado
en la rugiente luz
de la vida y la batalla.



 Karen Valladares
Tegucigalpa, D.C. 1984.

EN LAS HORAS MÁS ATERRADORAS DE LA NOCHE

Yo no voy siempre solo al fondo de mi mismo 
sino que a veces llevo a otros seres conmigo.
Jules Supervielle


A: Sonofelet


Yo me hundo siempre dentro de mí, en la hora más aterradora de la noche. Donde todos duermen y sólo yo alzo la voz al cielo, ahí es donde nadie quizá me observa. Yo me hundo siempre dentro de mí, buscando quién sabe qué cosa, el amor, el odio, la resurrección, la peste, la espera, el peor poema que he escrito muchas veces hasta el día de hoy. Quizá busque la mirada como fuego y que en lo más hondo la cursilería sirva de burla para cualquier buen verso. Hoy le ha dado por llover, por inundarse calles y avenidas, por encerrarnos en las casas o quizás salir a salpicar charcos de lodo y embarrarnos los zapatos hasta el tobillo. Yo me hundo siempre dentro de mí, hasta la más profunda gota de mí, para encontrarme desvalida, entera, partida en dos, en tres o en cuatro. Me encuentro para alguien que descifra el alfabeto en mi cintura.



Jorge Martínez Mejía
Las Vegas, Santa Bárbara, 1964.

  
La sangre sacrílega


Pudieron haber nacido miles de poemas, pero preferimos vivir, saltar al abismo y encontrarnos con la verdad: La poesía no existe, existe la vida, existen las piedras, existe el dolor, existe la noche y el espanto de morir. Si no dice la vida, la poesía está muerta; si se zambulle en la ridícula utopía de la gloria, la poesía está muerta; si no habla de la sangre que late en el hombre, la poesía está muerta. Muerta. Una vez peleamos en el Merendón, nos golpeamos después de tanto beber; absolutamente borrachos nos descuajamos, desconsolados por la vida, por los amores perdidos, pero ya no había musas y había que llamarle dolor al dolor y raspones a las peladuras de las rodillas y los brazos. Fue efímera la existencia de Los Poetas del Grado Cero, murieron al nacer. Morimos. Muchos huyeron avergonzados por la avalancha de mojigatos lanzando diatribas contra la movida del tapete. Pero la poesía estaba muerta. Está muerta. No sirve para nada, excepto para fabricar viajes y pequeños escenarios de gloria donde no se dice nada más que la burda adulación de la estulticia. El licor una vez fue trigo, de igual modo, la poesía una vez fue vida. En ese camino murieron Los Poetas del Grado Cero. Y la infamia sigue golpeando su sangre sacrílega.



Otoniel Natarén
El Progreso, Yoro, 1975


Los destellos de la fe transida

La lengua la suavizada carne de los besos,
todavía flor en la mirada pajiza de las reses;
algo de bestia o de canción
en el sueño rosáceo,
algo de sombra intermitente
por riscos y vaquerías, atravesando,
sobre patas, nerviosa;
todavía ternura asomada en los ojos desarticulados.
Y cabe la esperanza en un suspiro humedecido
y toda la tristura, y arroja noches
desde un abismo, sobre sus mejillas,
y resbalan mujeres secretas
de algún espacio en el equinoccio;
tan omitida y tan íntima de nuestros ojos,
sin alivio.
Y moribunda y puñal sanguíneo,
desde una ubre de luna,
clamara como una nube,
despeñándose.
“Este es el pergamino,
el blanco pan, la lámina donde trazaran el encanto,
mi ruina; mi desaforado temblor y los pétalos:
ésta es la piel, los labios de la tierra,
el beso perdido, el beso anhelado.”
De su dedo en la ardiente atmósfera,
—el abrazo helado a las llamas—
el abrazo desesperado del dolor:
el dolor fosforesce en las heridas amargas.
Habría recorrido la noche buscando en sus cámaras;
declina su figura, y declina su serenidad,
se descalabra; habría encontrado un sonido,
una distracción; era fiel a cierto espejismo,
a cierta blancura: por posarse, fría y ruin,
en la ternera, no comía, no dormía,
se moría de sequía.
Y clamara, entonces:
¡Tengo sed! ¡Estoy hambrienta!,
y arrastrara su inquietud por los corredores:
un deseo, un tormento pendiendo de algún hilo;
y deriva un roce, una sacudida, un desprendimiento.
Quien llamara a voces y vimos con los ojos desgastados
y la palidez: un mundo que era escaso, y no le satisfizo.



Mayra Oyuela
Tegucigalpa, D.C. 1982

  
Vos no sos

05.03.09 Con sadismo asesinaron a una joven mujer cuyo cadáver apareció desmembrado en la casa que habitaba y entre los presuntos implicados en el macabro crimen aparece el compañero de hogar de la víctima, quien fue detenido por la policía.

Vos no sos la poeta suicida de tu generación
No sos la bruja medieval que cerró los ojos 
ante el fuego que le quemaba las entrañas.
No sos la femme fatale
que besó los pinceles que guardaba en su boca Klimt
No sos Casiopea descendiendo humana
ni Andrómeda sentada en la rama
observado al pescador que vendará los ojos .
Las historias no se repiten 
las historias las escriben los olvidados
esos que construyen la vida en silencio
y dejan objetos personales para los paleontólogos.
Vos no sos Hipatia de Alejandría sentada en la plaza
observando con su astrolabio la superior posición de las suertes,
tampoco  Marilyn Monroe delineándose los labios
Y llorando desconsolada tres horas antes de la sesión de fotos.
No sos la mujer de un futbolista famoso
ni Anais Nin escribiendo un diario de sensualidades.
Sos sólo vos, y eso no es poco
Una mujer con criaturas como palabras
alimentadas por su intuición,
que los recuerdos no vengan a parirte un hijo dormido,
que las lágrimas de los monstruos matinales
sean sal y el vino que fragua el condimento de tu poderío
no importa si los ángeles diminutos de Szymborska
no vienen a dormir en la yema de tus dedos.
Está historia ya es otra,
Otra como vos, maliciosa e insondable
Una bruja moderna
Cagada de risa porque el fuego le hará redimir
el esqueleto de su ciencia.



Rigoberto Paredes
Trinidad, Santa Bárbara, 1948.


 No hay Poesía


A J. C. Mestre, poeta. 

Ya no existes, poesía;
Murieron tus profetas.
Ahora te conocen
sólo de nombre, ni de oídas.
Nadie, casi nadie
sabe quién eres en el fondo.
Tú, la desconocida,
la mal venida a menos,
la caída en desgracia.
Por ti podría yo matar
a cien malos poetas,
tus verdugos, jueces y partes
de no sé cuántos amigos de lo ajeno.
Por ti, sólo por ti, poesía,
puedo yo, ahora mismo, revivir
a Perse y a Montale,
a Eliot y a Vallejo,
a Char y a Li Po, entre poquísimos
menos que más.
Vuelve, poesía, vuelve, sin tardanza,
Antes de que los cuervos
te borren de mis ojos.



Magdiel Midence
Tegucigalpa, D.C, 1984

Capítulo Primero


Lo que me frustra es la idea de pensar en escoger a Poe, Baudelaire, o Molina, no así en el caso de la Duermevela, Debiera usted ver la belleza de
sus labios, brillan como cascada de rosas.

"Salve
in nomine die nostri rex excelsi;
Rey de los abismos,
poderoso señor a quien el mundo rinde culto..."

-Disculpe, como decía, es tan bello el infierno, tanto así que Frankestein
es una margarita.
-Pero cuando estuvimos en los paraísos artificiales no fue tan malo.
-¡Ja! Te acusan de ser Dulcinea...
-Sí...sin embargo soy capaz de provocarte un ataque de nervios.

La última vez que la vi tenía en su regazo mi memoria, pero no me sonreía,
ni me hablaba.
Buscaba la forma de ahuyentarme comol un fantasma de algo que fue, al
presente.

"Potentum tou mondi de inferno,
Salve,
Et non potest imperor, rex maximus;
Tú que dominas desde los antros tenebrosos
del infierno hasta la superficie de la tierra
y sobre las aguas del mar,
Salve..."

No, no estoy equivocado, Borges debe ahondar más en sus ensayos.
Pizarnik, te amo; tus ojos son como mariposas en el jardín de mis sueños...
Perdón, perdón, una vez fui acusado de estar loco, pero me alejé; sin embargo
hoy en día, a casi dos semanas del golpe de Estado, estoy harto de la
mala poesía, las pastillas, y sobre todo el del crimen organizado.

-Ahora que recuerdo...La mujer de los copetillos, esa que tanto te da risa
-sí, ajá, ella;
una vez te dijo: no vas a trascender, no lo vas a hacer, tenés que ser humilde, 
yo si soy sensible..."

-Seré claro:
A la mierda con vos y también con ella.

-Tengo miedo-

Tenelo en cuenta.

  

Rebeca Becerra
Tegucigalpa, D.C. 1970.


Bajo a morir


Vivo inclinada al envejecimiento de los días,
tratando de distraer la mirada
en las formas arabescas de una alfombra,
en la posición de la guitarra junto al librero,
en el vacío de mis manos,
en la luz que no encuentra cabida en mis dedos.

-bajo a morir y el sol sobre mis ojos
es el único ojo que me observa-.

Me descubro
debajo del pórtico de cualquier puerta
armando la memoria de los siglos.

Fría,
mi boca inundada de furia y de sangre.

Inmóvil;
algo me susurra en la espalda
-la respiración de un pez dormido-
empuja…
empuja…
para que salga el corazón hacia la tierra.



Darío Cálix
San Pedro Sula, Cortés, 1988.

Lo que quiero decir es que le tengo miedo a los sostenes


Sabés que andás mal cuando
empezás a ver en el sexo algo grotesco,
desagradable.

Cuando el arrancamiento de las ropas
te parece deshonroso.
Cuando el roze de los labios es una trampa.
Cuando en el acto último de remover el sosten a la mujer,
en esa pausa, pensás:
ojalá no estuviera pensando
porque follar es de un animal…

Follar es de un animal, pensás,
y ya se la estás metiendo eres un cerdo.

Y luego la violencia.
Y los ojos cerrados, ¿para qué?
Para no ver como tiembla la carne
es para no ver como tiembla la carne
es para no ver.

El semen huele a veneno,
a algo que nunca debí haber puesto en tu boca.
Y sin embargo lo hice.

Sabés que andás verdaderamente mal cuando
después del acto último de acabar, pensás:
sé que Dios existe por la tristeza post-coital.
A él no le gusta que hagamos esto, claro,
porque follar es de un animal.

Porque follar es de un animal, pensás, mientras le decís:
Mi muy amor mio, la proxima vez que vengás
no deberías de ponerte sosten. Bye.



Fabricio Estrada
Sabanagrande, Francisco Morazán, 1974.


Juicio parcial para un desertor de la poesía


Porque un día hiciste de la poesía
tu lámpara maravillosa
y usaste de su genio
la palabra filosa 
que ahora 
se herrumbra en la selva.
Porque un día atestiguaste
la fe sin Dios de por medio
y coleccionaste del mundo
los milagros imprevistos del azar.

Porque en las noches
porque en la rabia,
porque juraste ser de los primeros
cuando la luz del día llamara
y araste con metáforas
la infértil materia del olvido.
Porque ahora finges de notario
y te apresuras por llegar a casa
y te sirven en los restoranes
y callas cuando el jefe grita
y te caes de la puerta de los buses
y te sabes las fronteras de los mapas y organigramas
sin acordarte
que un día cruzaste en bandadas los cielos
y diste palabra a los mudos
e izaste banderas de rebeldía
y soñaste más allá del despertador
y de los rechazos al préstamo bancario
y no decidiste morir con el diagnóstico equivocado
que prometía miserias, congojas
y la misma risa burlona que persigue al payaso
de un circo que no funciona.

Porque ahora
se te caen los dientes cuando mencionas poesía
y bajas la mirada
cuando de reojo 
ves pasar la vida
como quien ve pasar 
un tren en llamas.


Giovanny Rodríquez 
San Luis, Santa Bárbara, 1980


RÉQUIEM

I

Ebria y dislocada luz sobre cada escalera que asciende a las humanas soledades, luz del crepúsculo manchado sobre las piedras altas: desde dónde tu amarillo silencio, desde qué remota edad el acto de morir a esta hora.
Un solo color llena las bocas de las cosas.
La tarde es amarilla y lenta, pensativa y triste.
La tarde jadea y envejece, otra vez, en su perpetuo círculo de movimientos vagos.
Luz de la tarde, luz mortecina de la tarde: ésta es la hora última de los desposeídos, de los que alguna vez amaron y perdieron su amor porque era noble mirarlo todo del lado más lejano.
Aquí empieza a detenerse el tiempo, los pasos parecen flotar sobre las piedras, el mundo entero pende de una hoja.


Murvin Andino
San Pedro Sula, Cortés, 1979.


Canción triste


De este lado la vida es breve y trastornada,
es delirio, es andar con la esperanza a cuestas
susurrando besos.
De este lado la locura muerde,
tiene cara de mujer, de niño,
de hombre muerto.
De acá en adelante estás viejo, lento,
preparado para no volver.
Ya escribiste y amaste tu locura.
Aguanta el frío cruel, el destino,
las cosas que no podrás olvidar,
los reflejos que te hiciste con llanto.
Olvida tu proceder en el amor,
tu lugar de silencios perdidos,
tu leve medianoche violenta.
Después, aún de este lado, aún breve,
crece, olvida, nadie es nadie para no quererte,
para no escuchar tu canción triste.

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