martes, 20 de septiembre de 2011

UNA MALDITA POETA DEL GRADO CERO PERSISTE EN LA POESÍA...Y LA MATA...Y RESUCITA A DIARIO


Imagen: Perro muerto en tintorería, de Adalberto Nevado




Karen Valladares (Honduras, 1984), poeta del Grado Cero a la que se le ha asignado sexo femenino, es ante todo una mujer, quizás la única, que se fuga de su identidad a diario, para rematar nuestra turbia cotidianidad con bestiales disparos de una poesía que se resiste a morir, y que resucita, puta angelical o enferma de siquiátrico, sólo para recordarnos que aún no hemos muerto. Aquí una pequeña muestra de Maldita Poesía, uno de los tres libros que trabaja en simultáneo.


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HOY NO ME ATREVO A DECIR LAS COSAS


Hoy no me atrevo
a decir las cosas.
A cerrar los ojos,
los pasos,
el silencio
la voz,
la palabra mutilada,
la palabra suspirando,
la palabra ajena.

Hoy no me atrevo a decir las cosas.
Me tiembla el pulso,
los párpados,
el corazón,
las paredes,
los sueños,
las ideas,
la metáfora
la tarde.

Me tiembla todo para decir que pienso.
Me tiemblan los nervios,
el papel,
el lápiz,
la mirada fija en las palabras,
tu mirada fija en mi boca
viéndolas decirse.


Me muerdo la lengua.
Muerdo las palabras
que no salen,
el titubeo,
el sudor de mis manos,
de mi frente,
de mis piernas.

Porque todo me tiembla
cuando estás frente a mí…
O lejos,
o distante.

Hoy no me atrevo a decir las cosas,
a decirte lo que he callado durante años,
durante meses,
durante días y horas y segundos,
durante tantos poemas rotos, hechos ceniza,
durante tantos amoríos.
Durante cualquier estación del año,
durante un cigarrillo y el sueño venidero,
durante tu terrible ausencia
y la mía.

Durante la terrible ausencia.

Hoy no me atrevo a decir las cosas,
ni a pensarlas,
ni a escribirlas;
ni a escribir este poema.




ALGÚN MISTERIOSO DÍA

Algún misterioso día húmedo
me volcaré en mí misma para siempre…
Ana Istarú


No sé quién soy.
Y lo lamento, porque me desconozco.
Desconozco todo.
Mi nombre y el tuyo,
el de ellos.
El rostro de la multitud que me persigue
sin excusa.

Juro que hoy no sé quién soy.
Tiemblo al verme en un espejo,
igual o distinta,
o no verme.

Por eso he decidido ser otra
o  ser nadie.


DE PASO

El poeta no cumple su palabra
si no cambia los nombres de las cosas…
Nicanor Parra

Sólo estoy de paso en este mundo.
Lo sé.
Sé que me iré en cualquier momento,
que mi país no es mío,
que mi nombre no es mío,
que el hombre que amo tampoco es mío.

Tampoco es mío este mundo,
mis pasos,
mi hijo,
mis sueños,
esta voz que grita sus verdades;
esta mirada que se agacha cuando se avergüenza,
estas manos impúdicas,
este cuerpo que dices tuyo,
estos pechos,
estas piernas.

Yo le cambio el nombre a las cosas.
Aunque algunos digan que estoy loca.
Yo sé que esta locura tampoco es mía.
Ni los recuerdos que acumulo a la orilla de mi boca.
Nada es mío.
Ni mi nombre, ni mi apellido, ni mi edad,
ni esta sangre que me recorre de pies a cabeza,
ni este corazón que late las 24 horas del
maldito día.

Nada es mío.
Ni este invierno que comienza.
Nada en este mundo es mío,
ni tuyo,
ni de nadie,
ni los silencios,
ni los llantos a escondidas,
ni morderse los labios,
ni la palabra no dicha todavía.
Nada nos pertenece entonces.


A mí mismo me prohíbo, revelar nuestro secreto
Xavier Villaurrutia
 

Yo soy  la locura de pizarnick,
todos los suicidios de Plath,
el desvió  sexual de  Virginia,
el fusil de Clementina,
el enfurecimiento de Ilda  Hildst,
la sencillez de  Margarite Yourcenar,
la esperanza rotunda de las cosas
de  Zymborska,
el romanticismo perdido de Rosalía y de Silvina
y de Orozco;
la ridiculez de Isabel Allende.

La que se esconde.
La que duerme en el parque
la que se acuesta con todos
la que vigila
la que cuida su hijo y los hijos de los demás
la amante.

Moldura perfecta o imperfecta
utopía
sangre de cualquier herida
palabras
poesía.

La que se atraviesa  en el tiempo impreciso
la que rompe todo
la que envejece
la suicida
la flor marchita y tóxica
la que sueña con estrellas
la erótica y puta
y a veces reputa.

Porque me acuesto con quien yo quiero.
Yo, la liebre.
La que se arrastra en los caminos
la que vuela.

 

HAY DÍAS

No estaba con mi sombra,
no estaba con mis gestos
Oliverio Girondo


Hay días en los que huyo de mi cuerpo
en los que me tapo los ojos para no verme más
en los que desato los pasos y avanzo y corro
o vuelo o me lanzo a los precipicios
a la planicie
a la plenitud
al límite
al infinito
al vacío
a los brazos de alguien
a un sofá roto
o al mar como Alfonsina.

Pero huyo de todo
porque a veces me aterra
la luz de los semáforos
la música del piano que jamás aprendí a tocar
el parpadeo de unos ojos lejanos
las palabras enredadas en la boca
el sudor deslizado en las manos.

Otra vez los pasos
quizás los que me hacen volver
y huyen
y
me abandonan siempre.

Pero huyo
porque me tengo miedo
me desconozco
me niego cada vez que canta un gallo
me arranco la piel
el nombre
el rostro
las voces que me hacen ser quien soy
y me vuelvo una bala
y me disparo
y me suicido
de las peores y
más estúpidas maneras.

Siempre huyo
no por cobarde
más bien por valiente
por atrevida
por obscena
por suspicaz
por cualquier cosa.

Huyo,
Y no me detengo,
aunque tenga miedo.
 


LOCA
 
Me he vuelto loca.
Me considero Pavlov
llena de perros por todos lados.
Cuidándolos como si en verdad fueran mis hijos.
A cada uno le he dado un nombre y un apellido.
Quizás hasta una historia.
Me he vuelto loca.
Y me desespero cada vez que pierdo los hilos de Ariadna
para llegar al hombre amado.

Sí, me he vuelto loca,
creo en el suicidio
y pienso eternamente en Virginia y en Plath
y en Storni, y pienso que yo debería estar en el otro mundo, junto a ellas;
tomando el té a las 3 de la tarde, hablando cualquier cosa que no sea poesía,
en cualquier terraza polvosa de esta ciudad nauseabunda.

Me he vuelto loca
y me arranco los pelos
los ojos
la mirada
el vestido, el bluejeans
los zapatos
las uñas mugrientas
y la boca torcida.
Así de loca he quedado.

Mi locura es eterna
infinita
ciega
y un poco romántica.

Me he vuelto loca,
me invento un nombre cada día
porque todos los días creo que soy diferente.
Sí, soy la loca de la casa; lo admito,
y nadie mejor que yo saborea la locura en todos sus ángulos.






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