viernes, 3 de febrero de 2012

Hoy los poetas hondureños estamos con José Luis Quesada en Tierra Libre

El poeta José Luis Quesada, foto de Karen Valladares






Homenaje a Paul Eluard




Paul Eluard cómo te recuerdo
dejado de la mano de tu mujer
en un México aterrador para ti
las tormentas los tormentos Paul Eluard
y tú avanzando con la espalda arqueada
en la forma infinita
que tienen los poetas cuando están tristes
bonjour tristesse decía bonjour tristesse
porque todas las mañanas la tristeza estaba junto al lavabo

París se adivinaba tras los vidrios oscuros
como las gafas de la policía
pero había que levantarse y afrontar el espejo
la torpeza del pie ante lo inmediato
los cobardes y las ratas huían despavoridos
para salvarse para salvarse
ah las heridas Paul Eluard
las grandes heridas que dan los besos recordados
y el insomnio el demonio
la traición ensañándose en lo mejor de nuestra fe
y el asco y el amor que se sienten por el amor
y el sufrimiento que nos hace compasivos y ardientes
el poeta conserva la esperanza
cuando otros la abandonan o trafican con ella
es irreal mi soledad decías
pero el milagro es cierto Paul Eluard.



El Cuarto

Me gusta este cuarto porque nada contiene
diferente de mí.
Podría ser mejor, pero así lo hice;
durante años lo forjé como un rostro
para mirarme en él.

Amor, no perfección, encontraréis aquí.
Las cosas que lo habitan
poseen la confianza de la naturaleza.
No son muchas o pocas, existen solamente.

Austeridad y paz me ganaron también,
quizás para que no me distraiga
del resplandor de mis sentidos:
los sentidos en selva de objetos
se fruncen y se nublan.

El uso es la humanidad de las cosas.
Por el uso se vuelven una segunda piel.
Lo que se colecciona por vanidad
o se junta en exceso
vida no tiene, yace muerto,
como perla en el puño del avaro.

La mañana del cuarto debe ser clara,
con los objetos necesarios,
a modo de que no se interpongan
entre el sol y nosotros.





(La memoria posible. Antología personal. 1990)


II





Su sombra se parece a mi rostro.
Su carne, no la mía, es mi carne.
Quisiera imaginarme como fui.
Recrear un episodio de la infancia
o de la juventud,
igual que antes, cuando la memoria
me acompañaba sin desconfianza.
Los recuerdos, ahora, ella los domina.
Son el paraíso donde trabajo por nada todo el día
o merodeo sin nacer.
Son la poza prohibida.
La luna que corta las manos con su hoja de afeitar.
Quiero olvidar y recordarme
antes de ella, en mí.






IV





Nada, definitivamente afuera. Nada hacia atrás, definitivamente hacia delante. A los lados la Tierra. Apisonada. Infinita. No puedo entrar, volver, no puedo. Me deslizaría en aquel mundo como sobre las líneas de un dibujo. Del otro lado las cosas se arrollan a sí mismas, semejantes al humo dentro de una botella. Imposible el ayer. Yo digo que los reyes, ni siquiera los reyes, pudieron hurtar las cenizas de su amor a esa urna mercenaria.

V


Camino con la fuerza que aún conservo de ella. Yo, por mí, caería muerto. Voy despacio, a la sombra de los aleros; lo más despacio que puedo, para durar. Y yo no sé para qué quiero durar. Mejor sería encerrarme entre cuatro paredes, allá, donde tu imagen no cambia y soy invulnerable. El pasado es el único sitio donde seguimos juntos: ¿por qué querría alejarme demasiado, mi amor?


VI


Con cuánta tristeza estoy sobre el papel. Las palabras te siembran en mí, no te conjuran. ¿Tendré que dejar mi ciudad, mis oficios, para no ver la llama de tus dedos sobre las cosas? Tantos lugares, que tienen y tendrán que ver contigo. No puedo ignorarlos. Se me imponen con la misma firmeza de tu rostro. Para olvidarte tendría que arrancarme los ojos.


VII

La misma mano sostenía el pan, las armas, las caricias; una boca única conversaba en las tardes, citaba el amor, la lealtad y los cantos. Se sabían libres y unidos a la vez, así como las partes de un organismo pueden percibir sensaciones diversas. Ambos guerreros formaban, al parecer, un mismo cuerpo. Sin embargo, cuando vino la muerte, uno de ellos siguió andando: la estocada atravesó limpiamente a uno sólo.


VIII


No puedo ser objeto de mi angustia porque ya soy su extraño. Únicamente en el deseo, en la humazón de la locura está fresca su huella. No he de abarcarla aunque mi pecho creciera hasta los astros. Estaré solo para siempre: me nací de ella con todo el poder de mi corazón infantil y no sé retornar adonde estuve antes de ella. Un desgarrón me inunda el cuerpo; a lo mejor me muero al tropezar o doblar por la esquina. Os decía: ella es el mundo, salvo para mí. Otros podrán verla, pero yo no la veré más; será otra, aunque sea mi amor. Su presencia es real en otro mundo donde yo soy irreal. Ha muerto para mí, yo soy su muerto.


X

¿Qué sitio es éste, dónde me dejaste? Toco lo que no veo. Me acostumbro a la vida. ¿Recordaré estos dibujos que hago con tristeza mientras paso? ¿Seré el que estuvo en ninguna parte? Debo atesorar cualquier sensación para no caer; darle oficio a mis ojos, un trabajo justo a mi corazón, en el que haya ganancia para mí. Voy dormido con ella entre los brazos. Me quisiera correr hasta morir.


XI


Un cuarto donde estar, recoger mis pedazos y unirlos con ternura. Donde mi soledad sea humana y yo la reconozca y sepa que es igual a la que anda en la calle a la altura de cualquier corazón. Un lugar para ocultarme de ti, que estás en todas partes encarnizada y sucesiva. Un lugar sin ti y sin mí, porque yo te pertenezco y tal vez la única forma de poseerme otra vez sea la muerte. Yo me he quedado lejos: tú y yo me abandonamos en el vértice mismo de la separación.

XVI


Escribo este libro a fuego lento, para olvidarte, pero no es para ti, sino para los que acompañan la soledad que me dejaste. Siempre amé, más allá de una mujer, al hombre de la otra cerca y de esta; siempre tuve el amor de un ser humano a mi lado. Canté al triste y al ebrio que se enreda en la miel de la vida. Cuando no pude compartir el pan, compartí la poesía. Quiero dar un grano de sol al mundo en que viví. Que otros me recuerden, aunque tú me olvides.


XVIII


Pensamos que pronto acabará todo.
Pensamos que vendrá una mujer
y nos lavará y nos tenderá en una cuerda.
Pensamos que brillaremos entonces,
que adivinaremos a los pájaros,
que las palabras serán por fin un consuelo,
que los gestos de los amigos serán por fin capturables,
que nadie sufre en vano
y que el olor del limonero será tan antiguo como el
comienzo de nuestra soledad.
Creemos, no podemos dejar de creer, que viviremos
mucho tiempo.
Entre tanto, cada día nos cuesta un mundo.


XXI


Busca siempre los ojos que te buscan a ti.
No pierdas tiempo en otros brazos:
un día sabrán lo que quieren
y te arrojarán, extrañado.



XXIII
La máscara fue
 lo que atrajo tu mente
y luego puso tu pecho a palpitar,
no lo que hay tras ella.
W. B. Yeats



Amé una máscara, y tal vez debí amarla hasta el final.
Tal como era, me quiso ¿Podía acaso tolerar otra forma?
Era fiel esta máscara.
Los huecos de sus ojos a veces se llenaban de ternura.


(Sombra del blanco día.1987)


La memoria posible


Esto acaba de un golpe:
te llevarán a un cuarto húmedo
sin retrete
te obligarán a dormir sobre tus excrementos
entonces oirás mi voz
oirás que te llamo
se harán presentes todos tus recuerdos
pero no escuches los lamentos
de los endebles asesinados
que aún ahora no tienen lugar fijo
y extrae del espanto de esos días
toda la cólera posible:
no olvides que desafiaste a la policía
porque no quieres ser guardián del orden público
de eso se trata y ya estuviste preso
en esta y en otras prisiones del país
y en las cuarterías donde se pudrió tu niñez
tu vida ha sido una prisión sin límites
has caminado muchas noches
y no llegaste nunca de una pared a otra
sabes lo que vendrá
la fórmula es sencilla:
te matarán esta misma noche
o te pondrán en libertad tiempo después
conociendo las cosas
hablemos de la broma mortal
que les gastarás al salir
lo otro no necesita comentario.


(La memoria posible. Antología personal. 1990)


...................................................................................................


José Luis Quesada, (Olanchito, Yoro, Honduras, 1948) Poeta, cuentista y reconocido pintor hondureño. Realizó estudios de Filología en Costa Rica. Ganador del Premio Centroamericano de Literatura Juan Ramón Molina; José Trinidad Reyes de la UNAH; finalista del Premio Casa de las Américas, Primer Finalista del Premio Centroamericano Napoleón Quesada, Premio Latinoamericano Educa, de poesía; Premio Nacional de Literatura, Premio Universidad Nacional Autónoma de Honduras.
Junto a Nelson Merren, Tulio Galeas y José Adán Castelar, perteneció al grupo La Voz Convocada en La Ceiba, en los años sesenta; y al grupo Tauanka, en Tegucigalpa, junto a Rigoberto Paredes y Alexis Ramírez, entre otros. Sus libros: PORQUE NO ESPERO NUNCA MÁS VOLVER, CUADERNO DE TESTIMONIOS, LA VIDA COMO UNA GUERRA, SOMBRA DEL BLANCO DIA, LA MEMORIA POSIBLE (Antología personal, 1990).
Para Pepe Luis, la vida sin poesía es un error irremediable; y en sus trabajos poéticos se percibe una profunda preocupación por el hombre, por el ser humano hondureño.
Sus versos penetran la música de la oralidad hondureña, misteriosa y próxima, herida y dolorosa, para devolvernos, con su sincera y desgarrada percepción lírica, a nuestra realidad cotidiana.
José Luis Quesada ha publicado el libro de cuentos El falso duende, y prepara la publicación de su último libro Hombre que regresa.





No hay comentarios: