lunes, 9 de diciembre de 2013

Gertrudis Gómez de Avellaneda: La poesía








    ¡Oh tú, del alto cielo
    Precioso don al hombre concedido!
    ¡Tú, de mis penas íntimo consuelo,
    De mis placeres manantial querido!
    ¡Alma del orbe, ardiente poesía,
    Dicta el acento de la lira mía!

    Díctalo, sí, que enciende
    Tu amor mi seno, y sin cesar ansío
    La poderosa voz, que espacios hiende,
    Para aclamar tu excelso poderío,
    Y en la naturaleza augusta y bella
    Buscar, seguir y señalar tu huella.

    ¡Mil veces desgraciado
    Quien -al fulgor de tu hermosura ciego-
    En su alma inerte y corazón helado
    No abriga un rayo de tu dulce fuego;
    Que es el mundo, sin ti, templo vacío,
    Cielo sin claridad, cadáver frío!

    Mas yo doquier te miro;
    Doquier el alma, estremecida, siente
    Tu influjo inspirador; el grave giro
    De la pálida luna, el refulgente
    Trono del sol, la tarde, la alborada...
    Todo me habla de ti con voz callada.

    En cuanto ama y admira,
    Te halla mi mente. Si huracán violento
    Zumba, y levanta el mar, bramando de ira;
    Si con rumor responde soñoliento
    Plácido arroyo al aura que suspira...
    Tú alargas para mí cada sonido
    Y me explicas su místico sentido.

    Al férvido verano,
    A la apacible y dulce primavera,
    Al grave otoño y al invierno cano
    Me embellece tu mano lisonjera;
    ¡Que alcanzan, si los pintan tus colores,
    Calor el hielo, eternidad las flores!

    ¿Qué a tu dominio inmenso
    No sujetó el Señor? En cuanto existe
    Hallar tu ley y tus misterios pienso:
    El universo tu ropaje viste,
    Y en su conjunto armónico demuestra
    Que tú guiaste la hacedora diestra.

    ¡Hablas! ¡Todo renace!
    Tu creadora voz los yermos puebla;
    Espacios no hay que tu poder no enlace;
    Y rasgando del tiempo la tiniebla,
    De lo pasado al descubrir ruinas,
    Con tu mágica luz las iluminas.

    Por tu acento apremiados,
    Levántanse del fondo del olvido,
    Ante tu tribunal, siglos pasados;
    Y el fallo que pronuncias -trasmitido
    Por una y otra edad en rasgos de oro-
    Eterniza su gloria o su desdoro.

    Tu genio, independiente
    Rompe las sombras del error grosero;
    La verdad preconiza; de su frente
    Vela con flores el rigor severo,
    Dándole al pueblo, en bellas creaciones,
    De saber y virtud santas lecciones.

    Tu espíritu sublime
    Ennoblece la lid; tu épica trompa
    Brillo eternal en el laurel imprime;
    Al triunfo presta inusitada pompa;
    Y los ilustres hechos que proclama
    Fatiga son del eco de la fama.

    Mas, si entre gayas flores,
    A la beldad consagras tus acentos;
    Si retratas los tímidos amores;
    Si enalteces sus rápidos contentos;
    A despecho del tiempo, en tus anales,
    Beldad, placer y amor son inmortales.

    Así en el mundo suenan
    Del amante Petrarca los gemidos;
    Los siglos con sus cantos se enajenan;
    Y unos tras otros -de su amor movidos-
    Van de Valclusa a demandar al aura
    El dulce nombre de la dulce Laura.

    ¡Oh! No orgullosa aspiro
    A conquistar el lauro refulgente,
    Que humilde acato y entusiasta admiro,
    De tan gran vate en la inspirada frente;
    Ni ambicionan mis labios juveniles
    El clarín sacro del cantor de Aquiles.

    No tan ilustres huellas
    Seguir es dado a mi insegura planta...
    Mas, abrasada al fuego que destellas,
    ¡Oh, genio bienhechor!, a tu ara santa
    Mi pobre ofrenda estremecida elevo,
    Y una sonrisa a demandar me atrevo.

    Cuando las frescas galas
    De mi lozana juventud se lleve
    El veloz tiempo en sus potentes alas,
    Y huyan mis dichas como el humo leve,
    Serás aún mi sueño lisonjero,
    Y veré hermoso tu favor primero.

    Dame que puedas entonces,
    ¡Virgen de paz, sublime poesía!,
    No transmitir en mármoles ni en bronces
    Con rasgos tuyos la memoria mía;
    Sólo arrullar, cantando, mis pesares,

    A la sombra feliz de tus altares.





    ....

    Gertrudis Gómez de Avellaneda
    Escritora nacida en Cuba y una de las voces más auténticas del romanticismo hispano, pasara a la historia como una de sus heroínas desgarradas.  

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